A
todo el caudal histórico-cultural, a
la belleza de sus paisajes y riqueza de su suelo, suma Camagüey
la hospitalidad de sus habitantes, que muestran con orgullo su ciudad.
Según se acentúa su cultura más convence el
camagüeyano de los rasgos que lo identifican y se convierte
en su custodio.
Un aeropuerto moderno abre las puertas de la ciudad al turista ansioso
de contemplar sus atractivos naturales.
Santa Lucía muestra sus transparentes aguas con su barrera
coralina. Especies diversas de corales, esponjas y peces tropicales
recrean la mirada del turista.
A esta imagen de color y asombros se unen las facilidades para la
fotocaza donde confluyen flamencos rosados y diversidad de patos
migratorios.
El faro de Colón, construido en 1894 permite observar un
mundo desaparecido y reservas de raras especies de tortugas marinas.
En Camagüey el pasado y el presente se mezclan en mágica
armonía. Lo heroico engrana con ambientes idílicos;
la llanura, permite ascensos suaves y abruptos. Todo parece conjugarse
para ofrecer al visitante un universo placentero.
La arquitectura moderna se va imponiendo progresivamente en Camagüey,
pero el valor de sus construcciones coloniales sigue haciendo de
esta provincia una de
las más ricas en cuanto a patrimonio histórico-cultural.
La casa de Ignacio Agramonte permite evocar la vida de esta figura.
Aunque el amor entre Ignacio y Amalia Simoni estuvo rodeado de exquisita
ternura y elegancia, no pudo encerrarse en estas paredes. Juntos
fueron al campo de batalla, donde su unión se hizo más
sólida.
La compleja urdimbre de las calles en la "Ciudad de los Tinajones"
conduce inexorablemente a plazas donde se pueden apreciar estos
tesoros y donde se conservan la historia y la cultura.
Las iglesias quedan como testimonio de una cultura dominante desde
los primeros años de su fundación.